Este blog es continuación de mis otros dos anteriores (2008-2023): "El cuarto claro" (Poesía) y "Meridiana claridad" (Fotografía).

Tres haikus de un recién casado en su luna de miel

Disparo de mi hijo




Tres haikus de un recién casado en su luna de miel


En suelo ajeno con paredes de lienzo, mi hogar, tu rostro. * De oriente extremo el rumbo de tus ojos: ya no me pierdo. * Ni disfrazada la salud mayor niegas: tu cuerpo es centro.



(De "Opiliones")



Renacimiento


Disparo de mi nuera


Renacimiento (variaciones niponas)


todo tiene

su tiempo

de lugar

elegido.


todo deviene, 

acontecer del tiempo

sobre el lugar.


todo detiene

al tiempo y su lugar

desaparece.


tiempo al tiempo

da lugar a la luz

yasu so-lio.


todo a la luz

deviene en detener

el mundo en sombras.


el sol naciente

me conmina a nacer.

de luz, imperio.


el sol naciente

me ordena renacer

su imperio: la luz.


((De "Opiliones")


Suelo estrellado

Contaminación lumínica

El cielo se ha estrellado contra el suelo.

*

No vemos las estrellas en el cielo,
 las hemos sembrado en el suelo.


Vista de Tokio. Autor disparo: mi hijo

 

Dos corazas


Universidad de Tokio. Autor disparo: mi hijo


 Almendra japonesa


Los restos y tanto frío

que me acosté a dormir

la penumbra del estómago,

lo que restaba y tanto frío

a dormir como si cielo

fuera el cenizo rojo y verde

de invierno que está triste,

muy triste con sus restos,

como las luces anglosajonas

bajo la niebla tan triste

como un suelo mojado

por la niebla,

algo sucio

nada puede

quedarse

asentado en él,

tan triste ese suelo

como la luz de las almendras

cuando se hielan y las hojas

de su árbol ya han caído,

ya han caído como las cortinas

del aire empujan mis brazos

como hojas caídas

hasta el suelo gris o verde

de la noche y el lamento frío

de la esperanza métrica

como ese fruto encerrado,

como esa cáscara dura

que no hay quien la rompa,

ni mis manos ni mis ojos, y quién,

qué, si no, debe romperla

sino yo, o yo dentro de ella.

Para qué, se pregunta el boreal

que la congela.


rumbo o derrota o victoria,

o intransigencia o victoria,

ser capaz, quizás solo

la nobleza del antiguo samurai

me delata. Con su espada

y su coraza.


(De "Los restos")





Rosa ignara




Rosa ignota La única Rosa es ahora el Jardín (T. S. Eliot) El ojo de una rosa todo lo ve, qué mira cuando la miro sino un espejo donde se puede ver a sí misma. Yo en ella y en su ojo me veo como cíclope ante mí sin mirada. Qué somos si no reflejo una de otra. Qué miro yo cuando su mirada me mira no viendo nada. Dónde la rosa virgen. Dónde la rosa toda sino en la no vista en el jardín. En la ignota.

(De "Cura de humildad".)

Imagen de cabecera de este blog

 


Pedo en cuatro pedes (bueno, en cinco)

 



Novum organum

(A J. C. Sánchez Sottosanto y sus “Nueve sonetos putos”. Ediciones Urania, 2023.)


En mi principio está mi fin (T. S. Eliot)


a veces la insoportable

levedad del ser se convierte 

en la insufrible pesantez del estar

con uno mismo o con los demás

igual es

mi ser

inaguantable hasta

por mis hombros

caídos del "día 

que nací yo,

qué planeta reinaría".

De Saturno me llega

el tufo y, cómo,

si abundo en practicar

el patinaje artístico sobre sus anillos,

he conseguido sobrevivir

a tanta "gravedad 

permanente".

No alada soy.

ni aldeana o urbanita,

solitaria me llamo

como el gusano 

que en el íleon se abalanza

contra todo devorando.


Hasta que lo purgan.


Alma vana, ligera muela

del molino de mis tríceps,

conquista huera el callejón

con salida de ti. Busca el ano

que te expida. Si viento

o sólido fecal, no importa.

la tierra abonarás

o aumentarás el CO2 del aire.

(a ver si así cambia de color,

vela su torturante azul).

Total, ya puestos en jarras

me he acostumbrado a verlos

como mi cuerpo, mi universo,

el sentido de mis sienes gravosas,

los leves padeceres de una

en la insoportable autofagia

de mi mesenterio.


II

Se me salen las tripas

sin padecer

krohn o colon irritable,

pero sabed que,

sin ser

médico psiquiatra ni paciente

bendecido por clínica privada,

soy funcionaría de un esta-

do

que hace aguas

mayores. El de la justicia

se resbala, patina sin arte,

pero con inmensa parte, 

sobre todos 

los pesares de quien sin dudas

avanza con la solventura

de unos bolsillos repletos

de nada.


O de poesía.


O de la insoportable levedad

del ser, sus bravuras o cobardías.


III

Tan sólo sucede que estoy cansada.

La luz demasiado abundante

“desa” estrella que nos mantiene,

man-tiene achicharrada a mi huésped.

Así, solo soluciones patéticas

me sobrellegan:

a través del hígado, el órgano

que construye ese manjar de ricos

(y hoy también de veganos y pobres).

No olvido que hasta para Horacio

el corazón no existe. Sus filetes inventé

cuando olvidaron repartir

proteínas entre las prometeas

adalides del canto de las ballenas.

La mía es muda y no abre la boca.

Me conserva bien a salvo 

de las capturas

de los hijos del sol naciente.

Yo soy del poniente ligeramente 

escorada, mas mi apertura 

natura al sur de mí

sólo me ha traído dolores.


(Se calla el necio olvidando

que su silencio es más sonoro

que la misma muerte del gus-ano:

a través de su sidéreo agujero

me extiende hacia sus brazos.)


IV

Qué triste broma y guasa

que ser ama de casa, y hasta poma

como el dolorense cantaba,

no se contemple hoy como fémina

fuerza, cuando mi decisión

significaba significarse

como              rebelde 

con                 causa

contra             un patriarcado exigente

de mujeres con salario

además de sinergentes

con lo importante en la vida

de cualquiera. Así que me señalé

a mí misma como diferente.

De ahí me llega el mundo

en que no vivo, mejor,

en qué tipo de mundo vives,

Sofía, como queriendo decir,

en qué sueño o suelo has construido

el cementerio de tus enhebradas

dudas. Embarazada de tu silente

bueno y recio, que hoy se casa,

renegaste de las mieles del éxito,

porque el triunfo, según tu parecer,

era nueva vida creada

y, de tan pequeña, necesitada de guía

para caminar sobre esta 

costra dura de la nomenclatura.

Aun casi abstemia, borracha

de fe creías, y hoy ya,

aunque con hígado más leso,

aún sigues creyendo

en tu ciencia cierta: no hay mundo

más cruel 

que aquél

en el que dejamos

solo

a un hijo.


Y antes me mato

que crueldad

en éste donde él habita.


Por eso, habitualmente,

siempre callo en prosa

y me deslío como puedo

a través de un poético pedo

y su aromática esencia

que al mundo externo 

expulso y él, el viento, ficia

no sé aún si bene o male.


Si no, si esta no es la forma, que me fusilen.

Total, no va a ser la primera vez.

Al igual que nuevos órganos la medicina descubre,

otras músicas crearán las recientes esferas

que a esta inocente fe os prendan o muevan

y, así, el mundo cambie.

Que ya me duelen el corazón,

el hígado y hasta el alma

de tan nulo valor 

con el que me armo

y el escaso amor 

que mis semejantes mantienen 

por sus hijos, por sus hermanos,

por sus padres y por la poética

que mi ano expulsa con femenino

(em)poder(a-miento)

entre de-más mujeres y varones,

tal como mi mesenterio predica.


(De "Cura de humildad")