Este blog es continuación de mis otros dos anteriores (2008-2023): "El cuarto claro" (Poesía) y "Meridiana claridad" (Fotografía).

Preñeces Afrodisiacas

 



Célibe Afrodita

No-me-caso-con-nadie.

Y me despeñaré,

imparcial y ufana,

clara y complaciente

con la piedra, piedra,

piedra que hinca,

clava la zarza y llora la saya,

que allá voy yendo y cayendo en el arrojo

bronce de las retamas

que desgarran con señas

la piel de mis zancas

de fémures rotos y quejigo

que insta y que quema

la paja de guardia.

Duermo, sueño:

Fundido en negro.

Los bajíos del óseo marino vadeo,

las simas abisales calientes,

las cárcavas de sales salvan

los saldos triangulares y minerales

que espinan y traspasan:

simiente de grava bajo las hullas de las Eras

goza

fornicando al aire,

que no aúlla,

que no abre fauces a la marina dentellada.

Ese nigromante en do menor,

con bemoles secretos bajo las axilas

de un tú ya agostado, ya sometido

al grave sol,

adquiere semblante.

Conmigo me quedo con-voy de ti,

¿cuándo me encontraré?

Allá por donde surque la Belleza,

que del agua brotas,

flor abierta, llaga en vela

que del suelo al cielo cae.


Sofía Serra, 2010. “Los parasoles a Afrodita”. Baile del sol, 2013. Se puede adquirir en FNAC, La casa del libro, El Corte Inglés, en la propia página de la editorial, en Amazon y en cualquier librería que lo tenga en stock o encargándolo.

Naomaquia

 



E la nave va


ya no importando 

si océano o celeste

surca la nave


corrientes bravas 

contrarios remolinos

nubes y calmas,


tal glauca ánima

con luz clarividente 

de voluntad o sino.

Ratinhos (Poema y foto)




 Homenaje fraterno


Fértil y tan fecunda, feraz

habitante del campo,

ciudadana de las piedras

y de los albañales,

eriges tu hogar

alejada del mundanal ruido, 

casi ni se te oye.

Amante de los pétalos de las rosas,

de las hojas de los laureles,

de las infusiones y de las legumbres

más leves, más pequeñas,

sabia despensera, añades

arroz a las lentejas

para obtener compuesto alimenticio

con perfecta proteína.

Organizas tu piso primorosamente

tal como ornas tu cuerpo

con perlas de azabache

y los más hermosos tejidos:

seda para la gran cola de tu vestido

y la mejor pelambre que te abrigue.

Tan parecida a mí que todos

nos confundirían

como si géminas fuéramos.

Mas he de desviarte

de tu otro trayecto, el destructor,

y permitir, aunque solo fuera,

que mi vacío se construyera.

Disponer,

por más que el corazón se me rompa,

por más que me hiera, 

por más duelos y lutos

que luego vista, tu muerte.

Acudo a las otras hermanas

que me ofrecen el remedio

más eficaz y menos doloroso.

Sólo sentirás sed

para al final fallecer

ahogada en tu (nuestra)

propia sangre:

Las adelfas me acompañan

en el decisivo acto, 

o sea,

me consuelan, 

o sea,

me regalan suelo y flores

donde lograr integrarme.


Mi alacena ya no se vacía.

Te echo de menos,

tú, mi gemela, ya sabes

lo mal que aquello llevo.

Por eso erijo tu cenotafio

no sé si a ti o a tu muerte.

En cualquier caso,

sé bien que no puedo matar 

a una hermana sin llorar. 

Tampoco vivir con quien me destroza

lo que, con tanto amor y curaje,

yo misma he construido.


(12/julio/2024)


Lucientes



Rosa luciente Luciendo así, rosa, sacias el pozo de la espera. ¡Por dios bendito!, ¿qué hueco me dejarás para poder alojar la esperanza?

Gigantofilia




La giganta


Hasta los jaramagos perfuman

la suerte de mis pasos

bajo el sol y sobre la tierra.

Culmina el puente de luz

la avenida que esconde

el ramo de troncos centenarios

tranquilamente dormidos

de pie, como la perra vieja

y sus canas hocicantes de hembra

parida de bruces bajo su caseta.

Huele el campo a campo vivo,

(los hay muertos),

huele el aire a sal marina muerta

izada al cielo como Layla

(sal viva, Layla, sal):

sueños tan potentes como el imán del planeta

que a todos nos sujeta a su superficie.

¿Tendrá conciencia, la Tierra, de sí misma

y los aromas que me embriagan?

¿Suspendería su deriva con rumbo

si el conocimiento obtuviera?

Yo me detengo sabedora

de mi fortuna dorada, absorbo

a través de mis sentidos la belleza

que me plasma el suelo,

goce tan rico de señuelos

que me pierden 

fundida sobre la naciente pradera 

que, como vello urticario de una gigante tranquila

dormitando bajo el sol y las nubes,

expele humores de agraces

mieles libadas por mis ojos

mis sentidos, mi razón...


Posados sobre la yerba,

se habitúan mis pasos al mullido jergón

donde reposan silentes a la espera

de la lluvia sus vastas ubres

de dulce, brava e ignorante matrona.

De su poderío hablan por ella

las colinas, las sierras, los barrancos,

los bosques, las tercas estepas,

las piedras son sus huesos trabados

en polvo rosa de cimientos

para esta catedral en el vientre

de la geoda. Mas ella ajena

dormita y desde su sueño

yo velo por su inocente descanso

bañándome en su ronquido

de madera, yerba, tierra y viento

contenido entre loma y loma

levanto su aliento de hembra

fecunda y recia respirando

de tanto esfuerzo callado.


De dónde llegan las encinas y los pinos,

de dónde las piedras salvajes

como tortugas marinas durmientes

excavan su nido asomando solo

sus crestas grises y azules,

de dónde la tierra dura culmina

su labor de ternura acunando

tanta semilla de flor nueva

que se abre al cielo y a mis pasos

sin huellas, sin pisadas

que las aplaste: vuelo como la abeja

liba de color en color

bajo el manto de la luminosa claridad,

bajo el aura magna de esta giganta

que, durmiendo, trabaja y se afana

para que yo sueñe, piense o goce,

para que yo desdiga cada luciente

empresa que no se oculta,

para que niegue mi forma y mi nombre

entre tanto contenido de verdad,

de plenitud completa de ser

viviente habitado y gigante, de ser

mínimo como los pétalos

de los jaramagos, de ser

minúsculo como yo.


Y como tú.


(De "En un lugar del mundo", 2019-2020)