Novum organum
(A J. C. Sánchez Sottosanto y sus “Nueve sonetos putos”. Ediciones Urania, 2023.)
En mi principio está mi fin (T. S. Eliot)
a veces la insoportable
levedad del ser se convierte
en la insufrible pesantez del estar
con uno mismo o con los demás
igual es
mi ser
inaguantable hasta
por mis hombros
caídos del "día
que nací yo,
qué planeta reinaría".
De Saturno me llega
el tufo y, cómo,
si abundo en practicar
el patinaje artístico sobre sus anillos,
he conseguido sobrevivir
a tanta "gravedad
permanente".
No alada soy.
ni aldeana o urbanita,
solitaria me llamo
como el gusano
que en el íleon se abalanza
contra todo devorando.
Hasta que lo purgan.
Alma vana, ligera muela
del molino de mis tríceps,
conquista huera el callejón
con salida de ti. Busca el ano
que te expida. Si viento
o sólido fecal, no importa.
la tierra abonarás
o aumentarás el CO2 del aire.
(a ver si así cambia de color,
vela su torturante azul).
Total, ya puestos en jarras
me he acostumbrado a verlos
como mi cuerpo, mi universo,
el sentido de mis sienes gravosas,
los leves padeceres de una
en la insoportable autofagia
de mi mesenterio.
II
Se me salen las tripas
sin padecer
krohn o colon irritable,
pero sabed que,
sin ser
médico psiquiatra ni paciente
bendecido por clínica privada,
soy funcionaría de un esta-
do
que hace aguas
mayores. El de la justicia
se resbala, patina sin arte,
pero con inmensa parte,
sobre todos
los pesares de quien sin dudas
avanza con la solventura
de unos bolsillos repletos
de nada.
O de poesía.
O de la insoportable levedad
del ser, sus bravuras o cobardías.
III
Tan sólo sucede que estoy cansada.
La luz demasiado abundante
“desa” estrella que nos mantiene,
man-tiene achicharrada a mi huésped.
Así, solo soluciones patéticas
me sobrellegan:
a través del hígado, el órgano
que construye ese manjar de ricos
(y hoy también de veganos y pobres).
No olvido que hasta para Horacio
el corazón no existe. Sus filetes inventé
cuando olvidaron repartir
proteínas entre las prometeas
adalides del canto de las ballenas.
La mía es muda y no abre la boca.
Me conserva bien a salvo
de las capturas
de los hijos del sol naciente.
Yo soy del poniente ligeramente
escorada, mas mi apertura
natura al sur de mí
sólo me ha traído dolores.
(Se calla el necio olvidando
que su silencio es más sonoro
que la misma muerte del gus-ano:
a través de su sidéreo agujero
me extiende hacia sus brazos.)
IV
Qué triste broma y guasa
que ser ama de casa, y hasta poma
como el dolorense cantaba,
no se contemple hoy como fémina
fuerza, cuando mi decisión
significaba significarse
como rebelde
con causa
contra un patriarcado exigente
de mujeres con salario
además de sinergentes
con lo importante en la vida
de cualquiera. Así que me señalé
a mí misma como diferente.
De ahí me llega el mundo
en que no vivo, mejor,
en qué tipo de mundo vives,
Sofía, como queriendo decir,
en qué sueño o suelo has construido
el cementerio de tus enhebradas
dudas. Embarazada de tu silente
bueno y recio, que hoy se casa,
renegaste de las mieles del éxito,
porque el triunfo, según tu parecer,
era nueva vida creada
y, de tan pequeña, necesitada de guía
para caminar sobre esta
costra dura de la nomenclatura.
Aun casi abstemia, borracha
de fe creías, y hoy ya,
aunque con hígado más leso,
aún sigues creyendo
en tu ciencia cierta: no hay mundo
más cruel
que aquél
en el que dejamos
solo
a un hijo.
Y antes me mato
que crueldad
en éste donde él habita.
Por eso, habitualmente,
siempre callo en prosa
y me deslío como puedo
a través de un poético pedo
y su aromática esencia
que al mundo externo
expulso y él, el viento, ficia,
no sé aún si bene o male.
Si no, si esta no es la forma, que me fusilen.
Total, no va a ser la primera vez.
Al igual que nuevos órganos la medicina descubre,
otras músicas crearán las recientes esferas
que a esta inocente fe os prendan o muevan
y, así, el mundo cambie.
Que ya me duelen el corazón,
el hígado y hasta el alma
de tan nulo valor
con el que me armo
y el escaso amor
que mis semejantes mantienen
por sus hijos, por sus hermanos,
por sus padres y por la poética
que mi ano expulsa con femenino
(em)poder(a-miento)
entre de-más mujeres y varones,
tal como mi mesenterio predica.
(De "Cura de humildad")
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