Este blog es continuación de mis otros dos anteriores (2008-2023): "El cuarto claro" (Poesía) y "Meridiana claridad" (Fotografía).

Las aguas

(Fui a compartir este poema, que pertenece al libro casi recién publicado "En un lugar del mundo", sobre las 9 de la mañana del día 29 de octubre. Pero "algo" me contuvo en el último momento, pensé "no vaya a ser que se líe más de la cuenta con esta lluvia". Era demasiado extraño todo. Aquí llovía a mares. Por mis escasos conocimientos de metereología, y por mi siempre enorme gusto por ella, no me cuadraba que, habiendo una dana en el Levante español, en este lugar, algo más al oeste aún que la ciudad de Sevilla, aquí cayera agua y, aún menos, con tantas ganas. Mi nuera estaba apenas recién ingresada para dar a luz a quien es hoy en día mi nieto. Había roto aguas. Tan solo me distraía para hacer tiempo hasta que llegara la hora de irnos al hospital. Todo fueron aguas ese día. Alguien comentó sobre la 1 del mediodía: "Vaya tela la que se está liando en Valencia". Aquí, a 500 km., un ama de casa algo inquieta por el nacimiento de su nieto y un futuro abuelo con gusto por leer las noticias sabíamos lo que el sinvergüenza no atinaba a medio vislumbrar ni mínimamente. Ni su jefe, el sr. Núñez ( qué leches son esa de Feijoó, su primer apellido es Núñez. Como el de la  IDA, nada de Ayuso, sino sra. Díaz, y punto. Hartita estoy de las rimbombancias con las que se adornan), que sigue sin querer ver (que se vuelva a poner las gafas). 

Para crucificarlos (es decir, detallo, para llevarlos ante la administración de Justicia), a uno y a otro "elementos" del PP.

Las fotos son de esa mañana camino de Sevilla. Las he trabajado ahora. 

El poema, abajo del todo.







 La sierpe agradecida


Las manos del arroyo se extienden

como garzas rosas planeando

sobre los caminos inundados.

Su cauce, antes perdido de agua,

hoy se derrocha lejano por la ribera

de los hombres, llama a los portones

cerrados, sagrada familia en itínere

del gran parto;

pero no le abren, no atienden

su súplica de desborde,

su necesidad de traspasar umbrales

de cobijo y calentar suelos insensibles.

El arroyo ahíto de líquido colmo busca

carentes alojos vitales, busca

querientes de agua vacantes, busca

acontecer como a él le han sucedido

la lluvia anhelada, la tierra desprendida,

las ramas de zarzas, las adelfas secas,

los cubos de pintura vacíos, el colchón

impuro, las bolsas de plástico blancas

como blancas palomas ahogadas 

tras su vuelo desde la tienda de avíos

hasta su barranco antes tan hueco.

Yo soy río grande, él se canta. Tan inocente,

huye de sí mismo entregándose a todos.

Y todos lo despiden con trompetas

tronantes de miedo y de paciencia mudas.

Y continúa huyendo yéndose.

Y buscando se aleja arroYando cada piedra

puesta en su camino. Avanza desembocando

su boca y su vientre pletóricos de légamo

en el horizonte adonde afluyen

todas las huidas, todos los abandonos.

Todas las vidas y todos los barros. 

En su mar. Atrás quedan

las muertes y los portazos,

los noes y hasta el ano y sus frutos

de quien solo pretendió devolver

todos los presentes prestados.


(De "En un lugar del mundo". Ediciones en Huida, 2024)