Atardecer de nochebuena
esto es un cansando de espejos
que sucumben ensimismados
en sus consabidos reflejos de brillos
y despintados y serenos soles
reflejados sobre el pétalo de la rosa.
¿Habrá quien atestigüe tanta osadía,
tanta simiente reflectada que se ajusta
al horario ya sin anclas?: Bella la muerte
de no importa ya qué modo de luz.
Sobre el patio se tumban cansados
los brazos extensos del atardecer
y el son del invierno mísero
—es tan bonita la palabra—
y tan cálido invierno
como las rosas que asoman
por tu boca o tus labios
que también se tumban
uno sobre el otro,
ambos sobre el patio con su gesto
de manos juntas en paz
con los colores de tu piel,
también naranja y rosa,
que vuelven el cielo a su envés
o a la muerte de la pálida
y lúcida guía
en el mundo curvo
que ya canta
noche de paz
deseo para ti.
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