Limeña
Contra el frío,
contra el retruécano de los vivientes,
de la Naturaleza salvaje o
de los hombres o de la geografía,
contra la ironía fuera de tiempo,
quizás eterna, desmedida
pero solitaria, contra
el acoso de la genética
injusticia humana,
contra la sombra sobre el hielo,
contra la luz cegadora,
contra todo tú con tu
coraza de samurái
¿no vas a poder siendo
ellos tan vulnerables como las gotas
del rocío al amanecer y, aun así,
albergando la futura vida
sobre el lecho del arroyo
que de la lluvia depende
para continuar
viviendo-corriendo-amamantando
cobijando-líquido
tan evanescente tan precario
tan vulnerable tan sometido a todo
el agua, la madre eterna?
Y ahora tendrás que explicar,
si no puedes, habrás de argumentar
tu impotencia, tu aquiescencia
al frío helador, las neuronas angelicales
padecen pena dolor reserva
el frío se soslaya se abate se conjura
se somete con las tres pisadas libres
de miedo al combate de un samurái
congelado bajo el glaciar
del ignorado propósito
del qué hago aquí
salvo mirar los huevos de rana, explico,
atrás dejé el símbolo,
croar, croar como los poetas
y la noche de mayo gozará
con el insulso drama que planteo
entre mi osadía y mi cobardía heladora,
aquélla, caliente. Y siempre,
ambas erigidas.
Adiós, cimientos.
Viva el tibio limo.
(De "Erección", 3/2/2024)
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